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La dura realidad de las profesiones visuales: cuando todos se sienten expertos

Foto del escritor: Diego JiménezDiego Jiménez

Las carreras relacionadas con la comunicación visual, el diseño, la producción audiovisual y la imagen en general tienen una característica única y frustrante: todo el mundo cree tener derecho a opinar sobre nuestro trabajo. A diferencia de profesiones como la arquitectura, el derecho o la medicina, donde el conocimiento técnico y la experiencia delimitan quién puede evaluar un trabajo, en el mundo visual y creativo las opiniones fluyen sin filtro, sin contexto y sin fundamento.


Un arquitecto diseña una estructura y solo otro arquitecto, con formación y experiencia, puede realmente evaluar su trabajo con argumentos técnicos. Un abogado formula una tutela, y solo otro abogado podrá analizar si está bien fundamentada. Pero si un diseñador gráfico presenta una pieza, un videógrafo entrega un producto o un fotógrafo exhibe su imagen, de inmediato aparecen cientos de "expertos" que, sin haber estudiado, sin conocer las reglas del diseño, la composición, la narrativa visual o la psicología del color, se sienten con derecho a opinar y a corregir.


Lo mismo sucede en la gastronomía. Un chef, por más que domine la teoría y la práctica, siempre estará sometido a los gustos y opiniones del comensal. Pero al menos, en este caso, se entiende que la comida es una experiencia sensorial subjetiva. Sin embargo, en el diseño, en la fotografía, en la producción audiovisual, hay estructuras, reglas y fundamentos que van más allá del simple gusto personal.


El problema de la subjetividad sin fundamentos

La subjetividad es inevitable en cualquier campo creativo, pero hay una gran diferencia entre una crítica con argumentos y una simple opinión basada en el gusto personal. No todo se trata de "me gusta" o "no me gusta". Las piezas visuales no se crean al azar; tienen una razón de ser, una estructura pensada, una intención detrás. Cada decisión tiene una justificación técnica, estética y comunicativa.


El problema es que en la comunicación visual parece que cualquiera se siente con derecho a "mejorar" o "corregir" sin entender el proceso detrás. Un cliente que nunca ha tocado una cámara sugiere encuadres sin lógica, un espectador critica la edición de un video sin saber de ritmo narrativo, un jefe sin conocimientos de diseño pide cambios absurdos porque simplemente "se ve mejor" de otra forma.

Esto genera una gran frustración en quienes trabajamos en estas áreas. No es que no aceptemos críticas, sino que exigimos que sean críticas informadas. Así como nadie se atrevería a corregir la estructura de un edificio sin ser arquitecto, nadie debería desestimar el trabajo visual de un profesional sin conocimiento en la materia.


Respetar el trabajo de los profesionales

Es necesario crear una cultura de respeto hacia las profesiones visuales. Si bien es válido que una persona tenga preferencias y opiniones sobre un diseño o un video, debe entender que detrás de cada pieza hay un profesional que ha estudiado, experimentado y trabajado para llegar a ese resultado. La crítica es bienvenida cuando viene con argumentos sólidos, pero no cuando se basa únicamente en el "me parece" o en el "yo lo haría diferente".


Ser profesional en estas áreas implica dominar las herramientas y la creatividad, y también lidiar con la subjetividad ajena, con la falta de reconocimiento del conocimiento técnico y con la constante necesidad de justificar decisiones que en otras profesiones serían incuestionables.


No se trata de cerrar el diálogo, sino de abrirlo con respeto y fundamentos. Aprendamos a valorar el trabajo de los creativos y a reconocer que, como en cualquier otra disciplina, hay expertos que saben lo que hacen.

 
 
 

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